El trabajo ideal de Íñigo Jerez es el que mezcla intuición y rigor, libertad y técnica. En sus etiquetas de vino, publicaciones, proyectos de identidad y de comunicación y, muy especialmente, en los diseños tipográficos que le han valido múltiples reconocimientos, se proyecta siempre una fértil inquietud conceptual, una voluntad de equilibrio y una responsabilidad con el oficio y con el público receptor.
Junto con José Bellés, su socio en Extra! Estudio, Íñigo ha diseñado proyectos de packaging para varios clientes del vino y de la industria licorera. En sus numerosas etiquetas para Bodegas Torres late una experimentación gráfica muy bien gestionada, que con la colaboración de la imprenta acaba resultando en propuestas contundentes, muy efectivas como elementos de construcción de la marca. Aquí se muestran algunas de ellas bajo un título, “Negro intenso”, que anticipa la importancia de esa búsqueda conceptual y técnica.
Al desarrollar un proyecto de packaging, ¿qué le pedís a la imprenta? Lo importante es que propicie un ambiente de diálogo con el diseñador para dar respuesta a una inquietud esencial: conseguir transformar nuestro diseño en un original perfecto y, al final, en una etiqueta de acabado impecable. Otros requisitos son conocimiento técnico, voluntad de innovar y mejorar, y asumir la complejidad del proyecto para convertirla en un valor diferencial.
¿Cómo empezasteis a trabajar con Vidal & Armadans? Fue en 2004 por medio de un cliente, la bodega Clos Montblanc. Al diseñar sus nuevas etiquetas, insistimos mucho en ir al tiraje. Queríamos controlar la impresión, nuestra obsesión era que el negro de fondo realmente quedara muy negro. La imprenta enseguida se implicó, dedicándonos tiempo y abriéndonos sus puertas para probar a pie de máquina. Y así ha seguido en posteriores colaboraciones.
Las etiquetas para Torres están entre las más significativas de tu estudio. Algunas de ellas representan además momentos clave para el propio cliente, como es el caso de Celeste. Celeste fue el primer vino que el grupo Torres elaboraba fuera de Cataluña, y su etiqueta se convirtió en un elemento crítico. Primero, por su planteamiento estético, ajeno al esquema tradicional de la marca. En segundo lugar, porque visibilizaba un punto de inflexión, un antes y un después. Todo ello exigía una resolución perfecta.
¿Cuál fue su principal dificultad técnica? Conseguir una oscuridad intensa en el degradado de fondo. Tras muchas pruebas de fotomecánica y en las máquinas de imprenta, dimos con la solución: aplicar dos capas superpuestas de degradado en color plano. La impresión de las estrellas se resolvió con un juego de stamping y de tinta plateada con dos niveles de acabado, uno mate y otro más brillante.
Otro ejemplo marcado por la luz y el contraste es la etiqueta del aceite Eterno. Aquí queríamos lograr un fondo muy intenso que no llegara a quemarse, y que la imagen del olivo mantuviese un claroscuro limpio. Probamos muchas planchas hasta conseguir lo que buscábamos: un negro muy negro y a la vez una imagen nítida.
¿Qué importancia tiene la innovación en estos trabajos? Es fundamental para que una marca se diferencie y sobresalga. En el caso del Salmos, por ejemplo, el cliente nos pidió que “entrara” luz en la etiqueta y lo conseguimos aplicando un barniz Iriodin de efecto traslúcido y brillante a la vez. El Iriodin es un pigmento iridiscente desarrollado para la industria de automoción. El fabricante introdujo una versión para imprimir sobre papel y Vidal & Armadans fue de las primeras imprentas en incorporarlo a sus líneas de producción.