¿Cómo sería una etiqueta de vino diseñada por un monje de Escaladei? En la época del importante monasterio cartujano, responsable de la gran extensión de la viña en El Priorat a partir de la Edad Media, los vinos no se embotellaban ni se etiquetaban, pero Gerard Riu se atreve a hacer una especie de ejercicio de ucronía muy atractivo y presenta unas etiquetas de una inspiración casi espiritual. En su diseño ha tenido un peso importante la orientación biodinámica de Prior Terrae, que trabaja con el máximo respeto al entorno. Una forma de hacer que se expresa en el tono manual, orgánico y rústicamente sereno de esta nueva línea de comunicación de packaging.
Este trabajo ha cambiado radicalmente la presentación de los vinos de Prior Terrae.
Sí, en esencia se trataba de reflejar una noción de alta gama que antes no se percibía. La principal inquietud del cliente era que los vinos «respiraran» los siete años de proyecto biodinámico desarrollado por la enóloga Judit Llop junto con la Universidad Rovira i Virgili. Su labor ha permitido recuperar los viñedos de más de ochenta años con los que se elaboró el primer Prior Terrae, que más adelante ha dado nombre a todo el proyecto. Además, se han recuperado algunas especies de aves, como el águila perdicera, que bautiza el otro vino, Vol de l’Àliga.
¿Qué buscan las nuevas etiquetas?
Explicar la complejidad del proyecto y transmitir la imagen de producto artesano, de gran calidad, mimado. La imagen de una bodega que cuida los detalles, preocupada por la tierra y la naturaleza, que elabora vinos de gran complejidad con humildad y cercanía. El propio equipo de la bodega nos transmitía estos valores cuando nos explicaba cómo es su viticultura y cómo interactúan con el entorno. Y en ningún caso querían una presentación «chillona», sino algo sutil, limpio, humilde.
Es interesante la solución tipográfica entre la connotación artesana y un estilo vintage.
Son tipografías creadas expresamente para el proyecto. Queríamos potenciar un tono rústico, cercano, de trabajo hecho a mano, con sus imperfecciones naturales. También reflejar cierta tradición. En la identidad de Prior Terrae, que se utiliza como marca o sello del proyecto, partimos de una tipografía Serif Extra Bold, retocada para aportar más personalidad, artesanía, historia y, a su vez, modernidad. Para el resto de textos, escogimos una tipografía que acentúa esta «moderna tradición».
En el caso del Vol de l’Àliga, creamos una tipografía alta y vertical, para evitar diagramar la marca en dos líneas. Además, esta solución tiene connotaciones más frescas y actuales, ideales para un vino más joven.
Por lo general, ¿qué es lo más importante al plantear una nueva presentación de producto?
Conocer al elaborador o enólogo y entender cuáles son sus inquietudes y valores, cómo elabora los vinos, dónde pone el acento. A partir de ahí, empezamos a trabajar la conceptualización de marca y etiqueta, a buscar caminos para explicarla. En este punto, y si la magnitud del proyecto lo pide, montamos nuestro equipo: diseñadores, ilustradores, creadores de contenido, redactores, etc.
¿Qué influencia tiene la elaboración para determinar el tipo de diseño que propones? En este caso, ¿cómo se traslada el cultivo ecológico a la comunicación?
Consideramos que lo mejor era manchar lo mínimo la etiqueta: cuanta menos tinta, menos productos químicos. Además, nos interesaba desarrollar un claro storytelling, que el vendedor pudiera explicar los porqués de los vinos, que sus historias fueran fáciles de recordar y reproducir.
De ambas etiquetas llama la atención un aspecto que, paradójicamente, es muy sutil: el motivo gráfico de fondo que ocupa todo el espacio de las etiquetas.
En Prior Terrae jugamos con la idea de un árbol de la vida inacabado, precisamente porque cuando salió el vino, el proyecto en sí todavía estaba por terminar. El fondo del Vol de l’Àliga se inspira en grabados antiguos a la piedra, en pergaminos medievales, en un mundo algo esotérico y mitológico. Y es que cuando el equipo de la bodega nos contaba la biodinámica, nos venía a la cabeza un cierto tono místico. A su vez, su apasionada argumentación estaba llena de detalles que se iban desarrollando.
A nivel técnico, estas ilustraciones debían ir grabadas, no impresas. El riesgo era que no se vieran lo suficiente, pero al final el resultado fue incluso mejor de lo que imaginábamos.