Miquel Capo, diseñador gráfico y socio del estudio Xavier Bas Disseny, disecciona el caso Can Matons, uno de los proyectos de marca y packaging de vino catalán más atractivos de los últimos años. Los detalles de este trabajo dejan ver una filosofía conceptual, creativa y gráfica bien articulada. Y algunas ideas fuertes, como considerar la tipografía el perfume de un proyecto o aprovechar el diseño de un vino como vía para profundizar en un mundo apasionante.
El proceso destila conocimiento, personalidad y coherencia, con un resultado a la vista: una familia de etiquetas que, más allá del estilo, muestra solidez y vocación de permanencia. Como un viñedo que se cuida para las generaciones que vendrán.
Can Matons es una marca nueva. ¿Qué retos plantea el hecho de partir de cero? ¿Y qué alicientes tiene para el diseñador?
Te diría que lo de «partir de cero» es un falso mito. Como mínimo, para realizar un proyecto —si hablamos de proyectos profesionales— debe haber un cliente y un encargo. Y poco o mucho, eso es ya información. A partir de ahí, definir qué tipo de proyecto es, a quién va dirigido y cuál es la expectativa del cliente, son guías para ir haciendo camino. Siempre es interesante dejarse llevar un poco y no saber adónde vas, al menos durante un tiempo, antes de querer llevar el proyecto al resultado final. En cuanto a los retos, uno muy importante es calcular bien los tiempos, es decir, decidir cuánto puedes «flanear» y cuánto tiempo debes dedicar a ser resolutivo y dar forma a las ideas.
El aliciente siempre es, al menos para mí, entender mejor el objeto del diseño, aprender algo o conocer a alguien interesante. Y pisar viña, que por más que parezca que, vista una, vistas todas, es siempre una fuente de alegrías y sorpresas.
El proyecto vitivinícola de Can Matons se encuadra dentro de un enfoque borgoñón, lo que implica una determinada ordenación de la gama de productos. ¿Qué implicaciones tiene esto para el diseño de packaging?
Efectivamente, el enfoque es borgoñón, es decir, territorial. Tres vinos que se diferencian por la procedencia de uva —de cualquier zona de la DO, de un municipio y de una finca concreta, respectivamente—. Por tanto, es fundamental explicar bien esta característica. Al mismo tiempo, es necesario expresar unidad y diferencia, aunque parezca un oxímoron. Por un lado, todos los vinos deben parecerse lo suficiente para que el consumidor identifique bien que pertenecen a una misma gama o bodega, y por otro, debemos ayudar a transmitir el valor de cada vino, haciéndolos visualmente diferentes. Cuanto más arriba en precio, más especial y con más personalidad puede ser la imagen del vino —lo que es una forma de sugerir que lo que hay dentro de la botella es igualmente especial y con personalidad—. Diría que en el caso concreto que nos ocupa, trabajar con una bodega pequeña de una DO pequeña permite ir un paso más allá de los códigos habituales del mundo del vino, a pesar de tener un aspecto visual de raíz clásica.
¿Cómo se desarrolla la idea y cómo se está ejecutando?
Estos vinos se elaboran en la Masia Can Matons, que en su momento fue propiedad del marqués de Alella. A principios de la década de 1980, con la creación de la DO Alella, en esta masía se producía la marca Marqués de Alella. Su presentación utilizaba el escudo de armas del marquesado, que al mismo tiempo incluye el del municipio de Alella —el escudo alado— en sus etiquetas. Cuando fuimos a probar los vinos y conocer el proyecto, nos pareció un buen punto de partida tomar determinados elementos de las viejas etiquetas. De algún modo, fue un regreso al origen del proyecto.
Respecto a la ejecución, hay una voluntad de sobriedad para resaltar el valor del producto sin añadidos innecesarios (pienso, por ejemplo, en el uso de estampaciones). Una cierta vuelta a las raíces con etiquetas simples: un escudo de armas, un color e información tipográfica, que dan como resultado una imagen clásica fuerte, valiosa y con una personalidad diferenciada.
La combinación de palo seco y fuentes vintage llama la atención. ¿Qué tipos de letra son?
Can Matons —el brand— está hecho con un tipo que hemos creado en el estudio y bautizado como Matona. Nace específicamente para este proyecto, con la aportación indispensable de Mercè Núñez, diseñadora del estudio. Los números también se han hecho a medida para este proyecto.
La combinación de tipos de letra me apasiona desde mi época de estudiante. Uno de mis profesores, Pablo Martín, decía que la tipografía era el perfume que se da a los proyectos; no puedo estar más de acuerdo. Combinar bien las esencias para que el resultado sea armonioso es algo que me obsesiona y a lo que dedicamos muchas horas.
¿Por qué un solo color?
Es el color histórico de la marca Marqués de Alella, y nos fue bien para unificar la apariencia de los tres vinos, así como para tener un carácter gráfico propio.
¿La heráldica vuelve o siempre ha estado aquí?
La heráldica es arquetípica, siempre tendrá presencia. La cuestión es que, si no se basa en la realidad, es decir, si se crea ex profeso, envejece mal, se le ve algo falso. Por recuperar la idea del perfume, diría que es una esencia muy fuerte, que debe dosificarse muy bien. Si no, existe el peligro de trivializar las etiquetas o de caer en algo muy rancio.
En cuanto a la producción, parecen etiquetas muy simples.
Lo son, aunque hay un doble uso de los relieves, alto y bajo, que se han dibujado pensando en mejorar la ilustración y el aspecto clásico del diseño.
¿Cómo está funcionando comercialmente la marca?
Las noticias que tenemos son muy positivas. Ha tenido muy buena acogida. De hecho, en la primera añada, se quedaron sin vino mucho antes de lo que pensaban. Está previsto ampliar la gama con una línea de espumoso, Titiana de Can Matons, que precisamente aproveche la fuerza que ha ganado la marca.
¿Qué debe tener un encargo del sector del vino para que te resulta especialmente motivador?
Me gusta cualquier proyecto que me permita profundizar en mi conocimiento del sector, que va mucho más allá del interés puramente profesional.
Para ser especialmente motivador, diría que hay dos claves: las personas involucradas y la calidad de los vinos. Si hay un cariño por el trabajo, es mucho más fácil conectar y que esta emoción la acaben trasmitiendo las marcas a sus productos.
¿Coincide esto con tus gustos como consumidor? Personalmente, ¿eres uno de los que se apasiona con los vinos que diseña hasta el punto de incorporarlos a tu «fondo de armario» de consumo de vino?
Si tenemos en cuenta que nuestro estudio lleva veinticinco años trabajando con grandes productores, bodegas pequeñas y medianas y grandes grupos, el abanico de posibilidades es muy amplio. Pero como consumidor —y me defino como bebedor de vino—, no me quedo en absoluto con lo que hemos diseñado aquí en el estudio. El mundo del vino es aún más amplio y en todas partes están ocurriendo cosas interesantes. Esto no significa que a veces no me ilusione particularmente llevar una botella diseñada en el estudio. O vivir como una sorpresa muy agradable cuando alguien pide o trae un vino con una imagen nuestra.